domingo, 27 de marzo de 2011

A MARCELO ARROITA-JÁUREGUI, QUE ME ENSEÑA A VER CIUDADES DONDE PARECE QUE SÓLO HAY VERSOS

¡Quién, como tú, poblara de tal modo la música
y el tiempo! ¡Quién pudiera fundar así la noche,
llenar la soledad con calles que florecen
de madrugada, aceras, tabernas y jardines,
con besos que se escapan y traducen el beso
que quizá no se dio, pero pudo soñarse!
¡Quién, como tú, supiera decir así la vida!:
gente que pasa, niños, viejas loteras, novios
abrazados al día, un joven aterido
que se fumó las clases para escribir poemas,
y se le hizo la víspera, y no encontró su casa,
y viene de pasar la noche al raso,
pícaros, barrenderos, locos, afiladores,
mujeres de reventa, una muchacha
con libros y esperanzas, aguardando
un coche que no viene, que tal vez llegue luego,
obreros que devanan la vida y el sustento al calor
de una fogata, perros, el ruido de un motor
lejano que se acerca. La ciudad,
que se llena de voces y de historias,
como una certidumbre. Amigos que se fueron,
que sin embargo siguen habitando tus plazas,
llenando tus tabernas, poblando tus esquinas,
demostrando que aún amanecen ciudades
donde parece haber sólo poemas.

(De Pregón de trascendencias, 2001)

©Miguel Argaya