miércoles, 9 de julio de 2014


DOS

 
Había mar de escarcha en sus aristas,
un hielo virginal sujeto al tiempo,
el recuerdo de un labio eferente de miedos
dibujando en el centro de los trozos dormidos
el color de la infancia
y un proceso letárgico de sal embarnecida.
 

Como el carbón, la vi
recluida en una estancia insenescente,
cárcavas íntegras, aún intransitadas,
nunca antes recorridas por el tacto del éxtasis. 


La encontré más allá de los volúmenes,
en el remanso absurdo de la tierra.
Y me embriagó su hondura,
esa insaciable noche armada de cuchillos,
los ecos más arcanos, las fronteras,
brechas de sangre mudas que mojaban
impotentes su piel campaniforme.
 
 
 
           ©Miguel Argaya
(De Elementos para un análisis específico de los poblamientos indígenas)