miércoles, 23 de julio de 2014


ESTA SELVA SELVAGGIA E ASPRA E FORTE

Ayer, la incertidumbre me arrastró durante todo el día demasiado adentro de esa "selva selvaggia e aspra e forte" con que Dante definiera la antesala del infierno. ¡Qué lejos, y qué hirsuta, y qué profunda la selva cotidiana! Sólo volver al Parque del Oeste, reencontrarme a la tarde con Rosales -mi Virgilio-, pudo devolver un poco de cordura a mi mirada.

miércoles, 16 de julio de 2014

ROMANCE DE LA DISPUTA DE MILAGROS GÓMEZ CARRASCO Y CARMEN MATA DE MONTIEL

Ventana que ventanase
no ventanara tan bien
como la de Carmen Mata,
de los Mata de Montiel,
cuando en la octava del Corpus,
poco antes de las diez,
viera pasar a Milagros
corriendo a todo correr:
“Milagros Gómez Carrasco,
quién te ha visto y quién te ve,
antes estola de armiño,
hoy chándal de ‘todo a cien’;
antes vestidos de Gucci,
ahora de ca’Manuel;
bolso de plástico ahora,
de piel de Loewe ayer.
De tanto que presumías,
y hoy no tienes qué poner.
Con qué garbo representas
lo que era y lo que es”.

Esto que escucha Milagros,
bien lo quiere responder:
“Carmen Mata, Carmen Mata,
si matas, remata bien,
y guárdate tu veneno,
que más que veneno es hiel.
Chándal llevo, ciertamente,
no vestido de lamé,
pero es mío por derecho,
no del Banco Santander,
como es mío mi marido;
tu Juan, lo habremos de ver,
que rondando a tu vecina
lo han visto más de una vez”.

Harto se enoja la Mata,
esto dice la mujer:
 “Milagros Gómez, Milagros,
serpiente de cascabel,
eso que dices ahora,
ya me lo dirás después,
porque tenemos que vernos
en la calle, o ante el juez”.

Milagros da media vuelta,
que no quiere responder.
En busca va de su Paco,
la tiene que defender,
que afrenta tan afrentosa
tiene que vengarse bien.



©Miguel Argaya

martes, 15 de julio de 2014


ENKIDÚ DESPUÉS DE LA HETAIRA

Nada más alzarse de la hetaira, Enkidú comprendió el alcance de su tragedia: ya no era el mismo; ni rastro en él de la inocencia original de Aruru. Ahora las bestias le rehuían con desagrado, acaso porque habían empezado a oler en él la lumbre y la escritura. Era hora de partir. Gilgamesh lo esperaba tras los muros de Uruk.

lunes, 14 de julio de 2014


ROMANCE DE LA JURA DE SANTA RUFINA
 
 
En el bar Santa Rufina
del polígono de Alpuente,
allí canta las cuarenta
Paco Pérez a su jefe.
Las voces eran tan altas
que a todo el mundo estremecen:

-“Rumanos róbente, Alfonso,
rumanos, que no clientes;
de Transilvania venidos,
que no españoles decentes.
Róbente la maquinaria,
llévensete cuanto tienes,
atráquente a mano armada
cuando a tu casa regreses,
llévensete todo el cobre,
vacíen tus almacenes
y dejen secas tus arcas
y hasta tu cuenta corriente
si no dijeres verdad
de lo que dice la gente:
que si tuviste que ver
con lo de Pepe Cifuentes”.

Ya jura y rejura Alfonso
que el caso no le concierne,
cuando al acabar la jura
con gran rabia se revuelve:
-“Muy mal me conjuras, Paco,
y muy soberbiosamente.
Pero la vida da vueltas
y lo que va, luego viene.
Hoy eres tú quien me humilla,
ya me pedirás un puente”.

Allí le responde Paco,
esto le dice a su jefe:
-“Por un puente más o menos
no necesito venderme,
que soy fresador de raza
y la ugeté me defiende.
Guárdate tu puente, Alfonso,
allí donde te cupiere”.

Contesta entonces Alfonso,
dice a Paco de esta suerte:
-“Mucho me admira tu arrojo,
pues que a afrentarme te atreves.
Aquí tienes a Jenaro,
hombre cabal y decente,
que del comité de empresa
es miembro y es presidente;
que escuche bien lo que digo
para que constancia quede”

Jenaro baja la vista;
Paco sabe a qué se debe;
Alfonso mira y sonríe
con la sorna de quien vence.
No se arredra en esto Paco,
que es de natural valiente,
y como los toros bravos
ante el castigo se crece.
-“No me haces temblar, Alfonso,
no me haces temblar, no puedes.
Que soy fresador de raza
con siete trienios, siete”.

Enfurecido se ha Alfonso,
de esta manera acomete:
-“¡Vete de mi vista, Paco,
estás despedido, vete,
no vuelvas más por aquí
por más que el hambre te apriete!
¡Vete, que el paro te espera,
y que el paro te alimente!”.

-“Pláceme, responde Paco,
pláceme -dice insolente-,
por ser la primera vez
que me echa un delincuente”.

Ya se parte Paco Pérez
sin dar la mano a su jefe.
Lleva la mirada firme,
el andar recto y alegre,
la cabeza lleva erguida
como encajada en un brete,
solo teme a la Milagros,
qué le dirá cuando llegue.


©Miguel Argaya







 
 
 

viernes, 11 de julio de 2014


EL TIEMPO DEL SALARIO
 
Por experiencia propia sé que el tiempo del salario es día que se vence a su precio de amo en amo, jornada enajenada hecha jornal por quien no tiene nada más que ofrecer en el mercado. Lo tenemos por cosa cotidiana y necesaria, como veía la esclavitud la buena gente de orden de otros siglos.

miércoles, 9 de julio de 2014


DOS

 
Había mar de escarcha en sus aristas,
un hielo virginal sujeto al tiempo,
el recuerdo de un labio eferente de miedos
dibujando en el centro de los trozos dormidos
el color de la infancia
y un proceso letárgico de sal embarnecida.
 

Como el carbón, la vi
recluida en una estancia insenescente,
cárcavas íntegras, aún intransitadas,
nunca antes recorridas por el tacto del éxtasis. 


La encontré más allá de los volúmenes,
en el remanso absurdo de la tierra.
Y me embriagó su hondura,
esa insaciable noche armada de cuchillos,
los ecos más arcanos, las fronteras,
brechas de sangre mudas que mojaban
impotentes su piel campaniforme.
 
 
 
           ©Miguel Argaya
(De Elementos para un análisis específico de los poblamientos indígenas)
 
 

martes, 8 de julio de 2014


Y SE ACABA EL DÍA

Y con esto cierro este blog por hoy. No sé mañana... El tiempo tiene razones que la razón no entiende. En fin: no sé si hay alguien ahí, si lo ha habido en algún momento. Toc, toc. En todo caso, no he querido ser otra cosa que lo que soy, que lo que la vida me deja ser. Como le acabo de decir a mi oíslo: "Sancho nací y Sancho pienso morir". Sea. Hasta mañana.

EX ABUNDANTIA CORDIS
 
Que significa que de la abundancia del corazón habla la boca. O sea: que al final, por mucho que intentemos ocultarlo, somos lo que decimos. Que somos verdad, vaya, aunque esa verdad que somos no diga de nosotros otra cosa sino que mentimos.

UNO

  

Presentí que debajo de la leve colina,
en el eco fugaz de un conticinio,
surgirían las piezas, los vestigios, las cráteras
desmedradas.
 

Presumía su cuerpo
condenado al exergo de una ceca:
un reflejo irisado de piedra opalescente
emergiendo de restos como signos
mucho tiempo olvidados entre kilos de historia.
 

Los indicios la hacían residir en la tierra,
en el campo profundo de los ecos
y las sombras,
y avanzaba en mis páginas
dando luz a la incierta presunción del hallazgo.

 
Fue preciso forzarla:
   sus contornos
se ahogaban a espasmos bajo tierra.
 
 
          ©Miguel Argaya
 
(De Elementos para un análisis específico de los poblamientos indígenas)
 
 
 

lunes, 7 de julio de 2014

AQUÍ DE NUEVO

Había que volver porque la muerte no acababa. Emergencia a la vida y bocanada nueva. Respirar otra vez. Aquí de nuevo.

domingo, 6 de julio de 2014

 

EL SANTO GRIAL EN LA CATEDRAL DE VALENCIA


 
 

Ni los más iniciados saben cuándo
empieza el peregrino su jornada;
pero, a los gallos, nadie ignora ya
que ha partido. Recorta su silueta
contra el orto un umbral de lejanías
mientras lo cubre el fiel del horizonte
con una fina capa de alabastro
que termina por disolverlo. Todos
sobrentienden que no regresará
sino después de haber hallado el mundo
y la mirada. Si la sed arrecia,
beberá de la piedra. Si la noche
lo alcanza, velará. Si el cielo cruje
y se desangra como azul fundido
encima de él, desafiará la lluvia.
 

Nada detiene al peregrino. Lleva
al cinto una esperanza de vid
y cereal, y así cruza los años,
convencido de sí más todavía
que de la condición de su aventura.
Ignora que el camino es una hoguera
sin rescoldo, sin tiempo y sin memoria,
y se deja embriagar de paso en paso
por un orgullo estéril que lo agosta
lentamente, y que lentamente mata
su fervor primerizo. Con el tiempo,
los años le descubren un cansancio
que crece desprovisto de morada.
Ya no es fe, sino afán, lo que le empuja.
Cuantas veces alcanza el peregrino
una cumbre, le crece otra más lejos.
En cada manantial, al acercarse,
encuentra un espejismo. Cuando mira
detrás de sí, ve sólo un largo y árido
desgastarse sin rumbo ni occidente.
 

Hasta el día venal en que el infierno
acucia al peregrino, y éste,
derrotado, sin alma ni bagaje,
hastiado de su búsqueda imposible,
rompe a soñar la orilla del regreso.
Ya no le satisface el desafío.
Le atenaza la sed, y bebe. Llega
la noche, y cae rendido en la cuneta.
Llueve, y busca refugio en un abrigo
de roca. Enceguecido de fracaso,
no atina a comprender que lo que anhela
no existe más que a precio de derrota. 
 

(La búsqueda termina en un altar
de piedra. Allí, como un dolor, declina
un tramo de penumbra, tan angosto,
tan limpio, como carne virginal
que fuera a darse al día antes aún
de constatar su luz. El peregrino,
de hinojos, bebe de un tazón de ágata).

©Miguel Argaya