martes, 1 de marzo de 2011

A JULIETA, QUE ME DICE QUE ES DE NOCHE, Y LO ES

Me dices que es de noche, aunque la luz
deletrea sus párrafos urgentes levantando
la mañana. Y es cierto que es de noche. No importa
que el día se estremezca, recentísimo
como el siglo, al frescor de la rutina.
Es de noche si cabe todo el amor, desnudo
de apariencias y libre de alharacas,
dentro de su misterio. Y cabe,
vaya si cabe. Al menos a nosotros
nos ha cabido siempre que lo hemos invocado,
incluso cuando el tiempo decidía la urgencia
volviendo cada vez a pronunciar su torva
dictadura de ruidos. A veces se nos hace
tanta noche detrás que hasta podemos
convencernos de haber llegado a ser
sus únicos e irrepetibles inquilinos
con sólo haber negado la solidez del día.

Sé que hay mañanas nuevas que revocan la noche
alzando madrugadas sobre el sueño,
y que allí nuevamente viene a enfriarse en lunes
el amor, como un ciego azar de pretensiones
a la deriva. El tiempo y sus dibujos
devuelven cada beso a su impostura
y hacen de la conciencia y del alma una prisa
amarga. Pero sé también que luego,
con plenitud morosa, sólo con invocar
su nombre en el ambón de los abrazos,
podemos regresar a ese impreciso
reconstruir la noche soñando sus ruinas
hasta verla otra vez caer al pronunciarse
la nueva madrugada. Y así con un continuo
saberse en la derrota, como una soledad
que fuera a hacerse amor en el ocaso
y soledad de nuevo al renacer el día.
Ahora sé que amar es sobre todo
no tan sólo vivir la noche hasta apurarla,
sino más bien hacer de cada nuevo instante
un camino torcaz hacia la noche,
escribir el amor con inconsciencias viejas,
derramarlo a la par que los días fundentes,
hacer de estos amagos y estas horas
un cielo peligroso en que ahormar la vida.

De hecho, no han pasado más años sobre ti
que los que te han llenado el alma de abundancia,
y aun mucho de ella acaso rebosando en la fiebre
intensa, desmedida, de la maternidad.

Dime si cabe más amor -ni más misterio-
a este lado del río que anuncia el paraíso.

(De Pregón de trascendencias, 2001)

©Miguel Argaya

1 DE MARZO

La luz de esta mañana era más tenue que la de ayer. También más tibia, cayendo de rondón sobre los heridos sillares de la muralla. La calle rompía a hervir, como un enjambre. "¡Cuánta verdad -pensé-, dormida en la mentira cotidiana!"