Vuelve el viajero tras cinco días en el pozo. Regresa exhausto, pero también renovado. Sabe que durante esos cinco días, durante esas cinco vidas, el Omarambo fue el Erebo. Y sabe que ha sobrevivido. Mira el bagaje que le queda, escaso, casi inexistente, y se sonríe. Algo ha ganado: acaso la póxima vez sea su caída menos grávida y profunda.
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